RUTA 15: "Andando el Valle"


25 Kilómetros. Dificultad baja

El valle de Cañete es apropiado para recorrerlo andando, en bicicleta o, incluso en vehículo. No indico el tiempo que pueda durar el recorrido, cada persona tiene unas características y es aconsejable que se ciña a sus posibilidades. El trazado tiene además la peculiaridad, de que la ruta la podemos estirar 4 km. más, si nos apetece, hasta llegar a la población de Salinas del Manzano, sin que por ello hayamos de usar la carretera, nada más que para cruzarla al iniciar, a medio y al termino del recorrido. Aunque el piso es excelente, es aconsejable buen calzado, y gorra si el camino se hace en verano.

Comenzaremos también en esta ocasión, nuestro deambular por los caminos del valle, en La Puerta de la Virgen. Nuevamente “El Chorro” será generoso con nosotros y nos permitirá aprovisionarnos de agua. Dejando La Torreta a la derecha, callejuelas adelante, llegaremos hasta la carretera que, hemos de cruzar por primera vez. Las casas del arrabal de la loma nos permitirán en pocos minutos avistar el puente de la vega de abajo; hemos de descender hasta él y cruzarlo. Nos pararemos justo en medio del puente e intentaremos avistar alguna trucha que, en época de freza, ocupan justo el espacio bajo el puente. A partir de aquí, el camino puede calificarse como… altamente suave y generoso. En el nudo de caminos, tomaremos el camino que trascurre en el mismo sentido que el río. Hemos recorrido un kilómetro y el camino nos conducirá entre huertas y secanos otros tres km. abajo. Cuando el camino llega a la carretera es momento de volver. El monte poblado de pinos se queda frente a nosotros, es atrayente, pero es carne de otras rutas. El Cabezuelo también nos tentará, es una peculiar colina en medio del valle que queda 300 m antes de dar la vuelta, pero le dedicaremos una ruta solo para él, su singularidad se lo merece.

Ahora, al dar la vuelta, nos desviaremos por el primer camino que salga a nuestra derecha y se dirija hacia la montaña. Es camino amplio, pista de huerta que, nos guía valle arriba, por donde  baja el tubo de agua que riega  la vega. A la derecha queda la falda del monte, por donde la fauna salvaje deambula y tiene su hábitat. Torcaces, perdices, jabalíes, liebres, conejos, córvidos, un sin fin de pájaros y aves rapaces pueblan éstos lugares. En cualquier punto del camino, preferentemente al llegar al siguiente nudo de caminos (camino del Cantarral), podemos detenernos a la sombra de un nogal, y admirar la raya que los chopos vestidos de época (ya desnudos, verdes o amarillos y anaranjados), marcan en la ribera del río. Desde aquí, la vista hacia la villa es exquisita. El camino recorre suave toda la ladera, marcando el antiguo trazado del desaparecido caz, que dio paso al agua entubada.

Las huertas se trazan alargadas a nuestra izquierda, hasta llegar al camino que las separa del río, formando fuertes contrastes; son el producto de las divisiones de heredad que los años han forjado. De vez en cuando, el agua embravecida abandona a presión la tubería, degollada por alguna llave que el hortelano ha abierto para regar el campo.

A nuestra derecha aulagas, carrascas y monte bajo cubren las laderas de la montaña, menos los riscotes, que se muestran y exhiben impertérritos. A la izquierda, vamos dejando cada “guincha” (*) de terreno, sembrada o no, vestida del color que el fruto de turno le pone, adornada con amapolas o con plantas de colorido dispar, formando un vistoso y peculiar tablero de ajedrez. A dos km. del último cruce volvemos a tener dos opciones, continuar el sentido que traemos, o girar a la izquierda por el camino que se incorpora en cuña, como si volviéramos atrás; haremos lo segundo, para “volver” por el trasversal, llamado “camino del medio”, hasta llegar al puente de la vega de arriba. Desde aquí podemos sentir el frescor del río, y aunque camino y cauce siguen la misma trayectoria, en poco tiempo se separan lo suficiente para no andar juntos. El camino nos da ahora una perspectiva diferente, las huertas quedan a la derecha y a la izquierda, los chopos de la ribera forman una barrera natural que nos impide ver más allá. En 1, 8 km. llegaremos al Puente del Royo, pero antes hemos de asimilar todos los coloridos y contrastes que la huerta nos ofrece.

En el puente del Royo nos tomaremos un descanso a la sombra de los viejos chopos que hay en la junta de los dos ríos; seguro que es buen momento para reponer fuerzas, De aquí hasta el Molinillo quedan algo más de 5, 5 km. A 200 m. cruzaremos la carretera de La Huérguina. El camino sigue siendo tan plácido, que no nos daremos cuenta de que lo hacemos. El valle se va estrechando conforme lo recorremos en sentido ascendente, mientras, el río va sumando las aguas de los arroyos que lo componen; en este caso el agua del molinillo. Poco antes de terminar nuestra ida del recorrido, estaremos a la altura de Peñarrubia, antiguo rento en cuyo perímetro se explota una cantera; el contraste de sus sembrados choca con las montañas que lo circundan. Cuando lleguemos al Molinillo, es obligado descalzarnos y… sentir en las piernas la frescura de sus gélidas aguas, que nos servirán de masaje natural; seguro que no aguantamos mucho tiempo dentro del manantial. Entrar y salir del agua es una buena terapia que nuestro cuerpo agradecerá con creces.

Ahora podemos volver hasta Cañete por la carretera, por el camino o, seguir hasta Salinas por un recorrido, ya no tan plácido.

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* Guincha: Nombre local que se le da a cada parcela de terreno.